viernes, 15 de octubre de 2010

Vicio

vicio. (Del lat. vitĭum). 1. m. Mala calidad, defecto o daño físico en las cosas. 2. m. Falta de rectitud o defecto moral en las acciones. 3. m. Falsedad, yerro o engaño en lo que se escribe o se propone. 4. m. Hábito de obrar mal. 5. m. Defecto o exceso que como propiedad o costumbre tienen algunas personas, o que incita a usarlo frecuentemente y con exceso. [...] (Diccionario de la RAE)


Normalmente, la gente asocia la palabra vicio a algo nocivo para la salud. Si os preguntara cuál es mi peor vicio, seguramente todos responderíais lo mismo: fumar. Entonces yo levantaría las cejas con una expresión escéptica.

Entre fumar y, por ejemplo, ser alcohólico, la gran diferencia es que ser alcohólico hace que pierdas tiempo. Porque ¿qué diablos puedes hacer cuando vas pedo perdido? Nada: ni conduces, ni trabajas, ni haces cosas… Sólo pierdes el tiempo.

Bien es cierto que con estos ejemplos volvemos al hecho de que ambos vicios son perjudiciales para la salud, es decir, físicamente nocivos. Mi vicio, mi gran vicio, sin embargo, no lo es. Podría decirse que tanto en el aspecto físico como en el espiritual, mi vicio es beneficioso. El problema, el gran problema, es el ámbito profesional. Ahí sí que es, podríamos decir, absolutamente destructivo.

En este momento debería estar leyendo como una loca alguna de las cinco obras de teatro o las dos novelas que llevo ya atrasadas; o buscando curro, pateándome el barrio en busca de coles donde colgar carteles de “Se dan clases de español”. Pero aquí estoy, en mi pequeño cuchitril: un día entero libre para hacer cosas útiles y sin embargo lo dedico a algo que sé positivamente que no tiene ningún futuro; perdiendo el tiempo, al fin y al cabo.

¿Que por qué lo hago? No lo sé. ¿Quién sabe? Así funcionan los vicios. Racionalmente sé que es una pérdida de tiempo, que con esto no sólo no voy a ninguna parte, sino que me perjudica. En su momento tuve, por motivos de horario y tiempo, que elegir entre curro y vicio, y escogí el último. Sé —porque lo sé— que mi mala media en la carrera ha sido por su culpa, porque le dedico más tiempo que a estudiar, a leer o a hacer los trabajos. Sé también, desde hace mucho, que realmente mi vicio es la única actividad con la que soy constante y responsable; la única razón por la que una mañana de invierno voy a levantarme temprano para hacer algo o, cuando llego reventada a casa después de todo el día, es lo único para lo que voy a sacar las pocas fuerzas que me quedan. Sé, al fin y al cabo, y muy a mi pesar, que este vicio es lo único que me tomo verdaderamente en serio, para lo que saco tiempo de debajo de las piedras, y que es el centro neurálgico en torno al cual organizo mi día.

¿Que por qué lo hago? Porque es un vicio; simplemente por eso. Porque aunque sé que no me sirve para nada, que lo único que hago con ello es perder el tiempo que debería dedicar a cosas útiles —estudiar, trabajar—, no puedo evitarlo. Me gusta. ¿Qué le voy a hacer? Me gusta cogerlo, llevármelo a la boca —o sentirlo entre mis rodillas— mientras escucho el monótono tic-tac que me va marcar la próxima hora de mi vida, frenando con su ritmo las prisas del día a día. Me gusta ese primer sonido dubitativo —fríos aún los dedos y los labios— y oír cómo, poco a poco, toma fuerza y color. Me gusta escuchar la progresión cromática, armónica, que inunda el aire, y saber que soy yo, que es mi voz leyendo lo que otros escribieron, dándole vida a las manchas negras sobre el papel. Me gusta la sensación de vacío, de olvido de todo, como un hechizo del inexorable tic-tac, siempre presente. Y saber que, por un rato, la vida para a mi alrededor. Y que no existe el mundo, que no hay nada fuera de esta habitación. Nada, salvo el imperturbable tic-tac y yo. Y una promesa entre mis manos.

¿Que por qué lo hago? Porque es un placer, como todos los vicios. Y porque no puedo evitarlo.

2 comentarios:

  1. Esta es la canción de las noches perdidas,
    que se canta al filo de las madrugadas...

    Pensé que hablabas de otro tipo de vicios -mente perversa y turbada la mía-; de cualquier manera, siempre está bien sentirse única sobre el vacío de un tic-tac... Ayudada de n'importe quel vice... Toujours merveilleux!

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  2. Por fin me he puesto a leerlo todo (ya sabes, soy una vaga), así que a partir de ahora te seguiré.

    Pon fotos de la habitación,que creo que todos tenemos curiosidad!

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